DANA - “Dado el alto impacto de lo ocurrido, es de esperar una incidencia significativa de estrés postraumático”
Paula Muiños, vocal de la Junta de Gobierno del COPCV, y Fran Moreno, coordinador del GT de Apego, Trauma y Disociación, explican las consecuencias emocionales de esta catástrofe, las señales que nos alertan que la persona está traumatizada y algunas recomendaciones para gestionar el impacto emocional.
Se habla de la DANA como un acontecimiento traumático, pero ¿cuándo podríamos estar hablando de trauma?
Estar expuesto a un evento o situación altamente estresante como el caso de la DANA es una condición necesaria pero no suficiente para que se desarrolle un trauma. Hablamos de trauma o síntomas de estrés postraumático cuando los recursos de la persona no son suficientes para asimilar lo vivido, de tal manera que aparecen una serie de síntomas que se mantienen más de un mes desde la exposición al evento y que interfieren significativa y negativamente en la vida de la persona.
Algunos de estos síntomas pueden ser:
- Intrusivos: las imágenes o los recuerdos traumáticos aparecen de forma recurrente e indeseada; pueden existir pesadillas relacionadas con el evento o desencadenarse respuestas emocionales intensas y desagradables cuando ocurre algún disparador relacionado con el recuerdo traumático. Por ejemplo, en el caso de la DANA, muchas personas han experimentado miedo intenso cuando ha vuelto a llover.
- Evitación: no querer sentir las emociones y sensaciones físicas asociadas al recuerdo de la DANA, evitar pensar o hablar de ello y también evadir situaciones o lugares que recuerden a lo acontecido.
- Cambios negativos en el estado de ánimo y en la cognición: desinterés y desmotivación, dificultades para concentrarse, sentimientos negativos constantes e intensos (miedo, indefensión, vulnerabilidad, culpa, ira, etc.), pérdida de interés en las actividades agradables del día a día, dificultad para acceder a emociones positivas y momentos de insensibilidad o distanciamiento emocional.
- Cambios en el estado de activación fisiológico: hiperalerta, insomnio, síntomas somáticos (incremento del ritmo cardiaco, respiración acelerada, tensión muscular, etc.)
Gran parte de las personas afectadas pueden experimentar varios de estos síntomas en las primeras semanas, en muchos casos irán remitiendo, hablamos aquí de estrés agudo y del periodo peritraumático (el tiempo que transcurre desde el evento potencialmente traumático hasta un mes después del mismo). Todas las personas tenemos la experiencia de algo malo que nos ha pasado y hemos experimentado que los primeros días tal vez nos cuesta dejar de pensar en eso, tenemos problemas para desconectar y dormimos peor. Sin embargo, conforme pasa el tiempo el organismo va siendo capaz de asimilar e integrar el acontecimiento convirtiéndose en un mal recuerdo pero que no perturba en el presente, y es que el ser humano es bastante resiliente.
Pero, dado el alto impacto de lo ocurrido, la enorme destrucción que ha provocado la DANA y la gran cantidad de población expuesta a sus consecuencias, es de esperar una incidencia significativa de estrés postraumático. Es decir, que los síntomas perduren más de un mes. Precisamente la atención psicológica los primeros meses es clave para minimizar la incidencia del estrés postraumático pues existen intervenciones psicológicas eficaces que puede ayudar a procesar la experiencia disminuyendo significativamente la probabilidad de que aparezca el estrés postraumático.
Además, las personas expuestas a la DANA con problemas psicológicos previos puede que se vean más afectadas. Algo similar puede ocurrir con las personas con menos recursos socioeconómicos pues sabemos que el vivir al día económicamente ya es un factor de estrés en sí mismo.
Mención especial requiere la población infantil y adolescente, para la adecuada detección del trauma en la infancia y la adolescencia sería útil consultar la “Guía de Intervención Multidisciplinar para niños, niñas y adolescentes con trauma psicológico” coordinada por el grupo de trauma del Colegio de Psicólogos de Aragón, en la que ha colaborado el grupo de trauma del COPCV.
Recomendaciones para ayudar a las personas afectadas a gestionar el impacto emocional de la DANA:
-
Expresar emociones: hablar sobre la experiencia con amigos, familiares o en un espacio seguro ayuda a procesar el evento y evitar la supresión de emociones. También es necesario respetar el ritmo individual de cada persona.
-
Mantener rutinas de autocuidado: dormir bien, comer de forma equilibrada y realizar actividad física moderada ayuda a regular el cuerpo y reducir el estrés.
-
Buscar apoyo profesional si es necesario: cuando los síntomas de angustia persisten o son muy intensos, es recomendable acudir a un profesional para recibir apoyo y guía especializada.
- Evitar la sobreexposición a noticias: minimizar el consumo de noticias relacionadas con la DANA para reducir la reactivación del miedo o ansiedad.
- Practicar técnicas de relajación y mindfulness: actividades como la meditación, la respiración profunda y el yoga han mostrado eficacia para reducir el estrés y la ansiedad (Kabatt-Zinn, 2003).
- Participar en actividades de apoyo comunitario: vincularse con redes de apoyo en la comunidad puede ayudar a las personas a sentirse comprendidas y acompañadas.
- Evitar el uso de alcohol u otras drogas: en situaciones de estrés agudo para muchas personas puede ser tentador intentar calmar sus emociones mediante el uso de alcohol u otras drogas. Sin embargo, esto es desaconsejable ya que podemos añadir más problemas a la situación original, si una persona siente que está bebiendo o abusando de alguna sustancia sería recomendable que buscara ayuda profesional.
¿Qué tipo de intervención estáis realizando en las zonas afectadas?
En las zonas afectadas por la DANA en Valencia, las intervenciones psicológicas en un primer momento las han llevado a cabo los equipos de emergencias aplicando los Primeros Auxilios Psicológicos (PFA) para proporcionar apoyo inmediato y reducir el estrés. Se enfocan en escuchar sin juzgar, validar las emociones de las personas afectadas y ayudarlas a conectarse con recursos de apoyo adicionales.
Desde el Grupo de Trauma, Apego y Disociación del COPCV tanto el de Valencia como el de Alicante, estamos en comunicación continua desde el inicio del suceso con el Col·legi y nos hemos puesto a su disposición. Se están llevando a cabo labores de Atención psicológica telefónica, presencial (grupos de voluntariado sobre el terreno), formación psicológica específica para los psicólogos que quieren intervenir como voluntarios.
Dentro del grupo tenemos compañeras y compañeros que se han visto afectados directamente por vivir o trabajar en los lugares más afectados. También gracias a la Asociación EMDR España se han llevado a cabo protocolos grupales para que los miembros del grupo que lo desearan pudieran procesar la propia experiencia del impacto que nos ha generado la DANA, y este es un punto crucial: en psicología de emergencias es muy importante el autocuidado de los profesionales que van a intervenir. Desde el grupo hemos insistido mucho en que las intervenciones estén planificadas y coordinadas, que los profesionales que vayan a intervenir cuenten con formación específica en emergencias y hemos animado a que las personas que se plantean intervenir vean si están en un momento personal adecuado o no para realizar la intervención pues si no se realiza así se puede producir traumatización vicaria en los profesionales.
¿Los/as profesionales intervinientes también pueden desarrollar un trastorno de estrés postraumático? ¿Pueden prevenirlo de alguna forma?
Sí, los profesionales que intervienen en situaciones de emergencia pueden desarrollar un trauma secundario o trauma vicario debido a la exposición constante a situaciones estresantes ya las historias de las personas afectadas (Figley, 1995). Esta condición se manifiesta de manera similar al TEPT y afecta el bienestar emocional del interviniente.
La principal estrategia de prevención del trauma vicario es una buena planificación de las intervenciones con la consiguiente formación en emergencias de los psicólogos que intervengan. La adecuada formación en emergencias debe incluir formación sobre el trauma vicario de tal manera que los profesionales entiendan que tienen que actuar conforme a su situación vital actual (si una persona está atravesando un momento personal difícil, por ejemplo un duelo, una situación familiar complicada, etc.) se debería peguntar si es un momento adecuado para intervenir… Que intervengan psicólogos sin la adecuada formación en psicología de emergencias sería como mandar soldados a la guerra sin formación militar.
Siguiendo con el tema de la planificación los responsables de llevarla a cabo tienen que asegurarse que los intervinientes no estén expuestos de manera excesiva, que los turnos para intervenir no sean excesivamente largos y que entre una intervención y la siguiente se tenga un tiempo de descanso adecuado.
Estrategias de prevención:
- Supervisión y apoyo psicológico: la supervisión regular y el acceso a apoyo psicológico ayudan a los profesionales a procesar las experiencias difíciles y evitar la acumulación de estrés emocional.
- Prácticas de autocuidado: actividades como el descanso adecuado, el ejercicio regular y una dieta equilibrada son fundamentales para manejar el estrés.
- Mindfulness y técnicas de relajación: practicar mindfulness o técnicas de respiración consciente ayuda a reducir la carga emocional ya mantener el equilibrio psicológico (Kabatt-Zinn, 2003).
- Establecer límites claros: limitar el número de horas de intervención en el terreno y alternar entre tareas intensas y otras menos demandantes reduce el riesgo de agotamiento emocional.
- Redes de apoyo entre pares: compartir experiencias con otros colegas permite procesar las emociones en un entorno de comprensión mutua (Herman, 1992).
Paula Muiños, vocal de la Junta de Gobierno del COPCV
Fran Moreno, coordinador del GT de Apego, Trauma y Disociación