Texto en relación al reciente fallecimiento de Doña Margarita Mondoño Molina
Escrito por una colegiada quien prefiere mantener el anonimato
Nunca nos gusta que nos cuenten el final de una película, o el final de un libro, y, sin embargo, en la vida, conocemos tanto el principio (el nacimiento), como el final (la muerte)… extraña circunstancia la vida… y, no obstante, preciosa a la vez. Lo mejor de la misma, sin lugar a dudas, es todo lo que ocurre entre esos extremos ya establecidos,un periodo de tiempo destinado a buscar la felicidad; y, ha sido justo, en ese periodo intermedio de mi vida, en el que la conocí; conocí a Margarita Mondoño.
Tanto por mi profesión, como por vivencias familiares, he visto ya muchos “finales” de vida. Por mis creencias personales de índole religioso, el dolor de esos finales lo he mitigado pensando en el Cielo y en una vida eterna mejor que la terrenal; incluso pensando en un reencuentro con los seres queridos en esa otra vida. Y de esta manera he sobrevivido anímicamente a muchas situaciones. Sin embargo, con Margarita, no soy capaz de pensar así. Desde que la conocí, fue fácil comprender que ella era distinta… ella es distinta. Los que también la conocéis, seguro que habéis podido comprobar que una sonrisa suya tenía la capacidad de iluminar el mayor de los auditorios, y que su mirada tenía el poder de modificar un día aciago, una semana aciaga, e incluso un mes aciago… En su caso, no me puedo conformar pensando en el reencuentro ni en la eternidad; ni puedo, ni quiero. En su caso, tengo la creencia de que está aquí mismo, en la plaza de Jamma el Fna de Marrakech, en el barrio de Habous en Casablanca, comiendo tortilla de bacalao en una sidrería bilbaína, paseando por la Ribeirao por el mercado de Bolhaoen Oporto, en el museo del Hermitage de San Petersburgo, en el Pont des Arts de París, en el Parque Nacional del Timanfaya, y, en especial, sobrevolando las Cataratas Victoria en Bostwana, en el Delta del Okavango, o deslizándose entre la fauna de esos lugares...Porque Margarita representa todo esto: la fuerza de una leona (algo que tanto ha demostrado a lo largo de toda su vida, y en especial, al final), la majestuosidad de una jirafa, la elegancia de una cebra, la nobleza de un elefante (animales, todos ellos, que adoraba y admiraba), el aroma de un nenúfar y la belleza de una puesta de sol africana. En todos esos lugares y en todas estas situaciones, sigues presente. Y también en nuestros corazones… en mi corazón.
Gracias por todo, Margarita. Sigue tu camino y vuela tan alto como puedas. En tu vida, has sido todo un ejemplo de honestidad, de amor, de compañerismo, de amistad, de elegancia, de altruismo, y de profesionalidad. Confío en que en esta nueva etapa que acabas de empezar, sigas rompiendo moldes y superando barreras, y que serás muy, muy feliz.
Te quise, te quiero y te querré hasta la eternidad. Y al igual que tú, “Doy gracias a la vida, que me ha dado tanto…”, en especial, desde que te conocí.